El legendario fotógrafo brasileño, uno de los grandes maestros del fotoperiodismo global y una figura ineludible del arte comprometido con las causas sociales y ambientales, falleció este viernes en París a los 81 años.
La noticia fue confirmada por su familia, que explicó que el deceso se debió a una leucemia, enfermedad derivada de una rara forma de malaria que contrajo en 2010 durante una expedición en Indonesia. «Quince años después, las complicaciones de esta enfermedad derivaron en una leucemia grave que finalmente le costó la vida», expresaron en un comunicado. Desde aquel entonces, el artista venía atravesando complicaciones de salud que mantuvo en estricta reserva.
Salgado no fue solo un fotógrafo, sino un testigo comprometido del dolor y la dignidad humana «A través de la lente de su cámara, Sebastião luchó incansablemente por un mundo más justo, humano y ecológico», añadió la familia.
«Durante más de cinco décadas, junto a su pareja Lélia Wanick Salgado, creó una obra fotográfica inigualable. Rica en contenido humano, ofrece una perspectiva sensible sobre las poblaciones más desfavorecidas con una perspectiva sobre los problemas medioambientales que amenazan nuestro planeta», resaltó.
Fuentes cercanas a la familia indicaron que todavía no hay información sobre un funeral, ya que sus familiares «están muy afectados», pero sí indicaron que la apertura de una exposición de su hijo Rodrigo -también fotógrafo-, prevista para mañana en la ciudad de Reims sigue adelante.
Sebastião Salgado, un ícono de la fotografía
Nacido en Minas Gerais en 1944, se formó como economista antes de volcarse definitivamente a la fotografía. Su lente, sin embargo, siempre conservó una mirada estructural sobre las injusticias del capitalismo global. En blanco y negro, con una mirada sensible y profundamente política, documentó las migraciones forzadas, la pobreza, la violencia, la desigualdad y también la resistencia y la esperanza de comunidades de todo el mundo. Sus imágenes, siempre cargadas de poesía y denuncia, supieron conmover sin caer en el miserabilismo.
Una de sus series más emblemáticas fue la que realizó en 1987 sobre los garimpeiros, los mineros ilegales del oro en Brasil, que retrató como si se tratara de una epopeya moderna. Pero también fue notable su trabajo en África, Medio Oriente, América Latina y, más recientemente, su regreso a la Amazonía. Aunque residía en París desde hacía décadas, Salgado nunca se desvinculó de Brasil ni de su historia.
Un legado reconocido
Los homenajes no tardaron en llegar. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, lo definió como «uno de los mayores fotógrafos que el mundo haya conocido, si no el mayor», y pidió un minuto de silencio durante la visita oficial del presidente de Angola, João Lourenço.
Me sinto profundamente triste com o falecimento de Sebastião Salgado, ocorrido na manhã desta sexta-feira.
Seu inconformismo com o fato de o mundo ser tão desigual e seu talento obstinado em retratar a realidade dos oprimidos serviu, sempre, como um alerta para a consciência de… pic.twitter.com/4vjQQ0Tx4u
— Lula (@LulaOficial) May 23, 2025
Por su parte, el Terra Institute, organización con la que Salgado colaboró activamente, sostuvo: «Sebastião fue mucho más que uno de los mayores fotógrafos de nuestro tiempo (…) Sembró esperanza donde había devastación y dio vida a la creencia de que la reparación ambiental es también un profundo acto de amor por la Humanidad»
«Su lente reveló el mundo y sus contradicciones; su vida, el poder de la acción transformativa», añadió.
En su carrera recibió los más altos reconocimientos, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1998), el Premio Rey de España de Periodismo (1988), y el galardón de honor de los Sony World Photography Awards (2024). Desde 2014 era miembro de la Academia de Bellas Artes de Francia.
La directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo, señaló que su legado “refleja tanto la belleza como la crudeza del mundo y nos invita a reflexionar sobre nuestro modo de habitarlo”.
Sebastião Salgado se va, pero sus fotos siguen hablando. Y lo seguirán haciendo. Porque su obra no sólo documentó el mundo: lo denunció, lo pensó, lo abrazó.