Tuve que cambiar la batería del auto y el muchacho de 40 años que vino, ante un comentario mío sobre mi tarjeta que no funcionaba, me dijo con ganas de decirlo: “vivimos en un mundo que no es real”. Y sumó: “yo me despierto a la mañana y digo: esto no es real”. No supe continuar esa conversación, me callé. También me morí un poco.
La tierra plana, la matrix, el mundo donde la experiencia es la prueba de que vivimos en una fantasía. La certeza de que cuando vivo bien es porque los peronistas están arruinando la economía, y cuando vivo mal es porque los otros están arreglando la economía destruida. Eso es lo que medio país piensa. Piensa y cree. La matrix. La experiencia como prueba de que todo es un sueño. Y la realidad es el engaño. El malestar es el verdadero bienestar.
En la matrix argentina, las encuestas hablan: la mitad de los encuestados confían en el presidente. ¿Es porque están mejor? Sí, están mejor porque los peronistas perdieron. Y están mejor porque ganó el hombre vaticinado en las profecías de Parravicini. ¿Están más pobres? Sí, y lo saben, pero son militantes y responden que están mejor, y que confían. Son las fuerzas de la libertad y del cielo.
Llegó el momento de todas las revanchas. Los melancólicos de Videla, los que añoran el mundo de los machos, los que sufrieron bullying, los simples misántropos, los perversos perseguidos por las buenas costumbres, todos ellos y otros llegaron para tener su revancha. Nosotros somos sus némesis y sus víctimas.
No hay traidores a la patria como algunos se indignan, son resentidos, son terraplanistas, youtubers, cosplayers, influencers, swingers, o incels… son lo que no es la patria. Viven de pequeñas y de grandes venganzas, y las dos “son satisfactorias”.
El presidente que nunca fue amado ni amó, salvo a su perro que todavía muerto lo aconseja. Y los potentados que volvieron después de la temporada de anónimas corpos. Los viejos potentados que son los verdaderos sponsors de este mercado epistemológico donde la fantasía se vende y se compra más que la realidad. Porque está mejor hecha y a mejor precio.
Y la casta ahí, definida malignamente por nuestro enemigo sobre bases ciertas. La política enredada en su laberinto de cargos ansiados y cajas necesarias y supremacías de cabezas pisadas. Y la poca potencia de los perdedores, nosotros que no queremos asumirnos como minoría intensa y dispersa.
La sociedad sentada en un tobogán, que para muchos en algún momento nos va a impulsar hacia arriba. Y nadie que grite que la fuerza de la gravedad todavía existe, hijos de puta. Nadie que sienta que no tiene culpa, nadie desencarnado capaz de ser inmune a las extorsiones.
Pero la fuerza de la gravedad existe. Y existen otras fuerzas que no queremos invocar por esta otra extorsión en que se convirtieron nuestros más queridos ideales.
Perón dijo recordando los mejores tiempos “las manifestaciones peronistas siempre tenían mucho de romería”. Parece ser que la prolijidad nos está postrando.